Llegaba a Vitoria por quinta vez desde la primera edición de 2003.
Día que amanecía fresquito, pudiendo correr la primera hora de carrera en 10-12 grados y mucha sombra, para terminar por encima de los 23 grados y sol a plomo por las desiertas calles de Gasteiz.
Salida con Iñigo González en el grupo de la liebre de las 3 horas, hasta el kilómetro 12 por el recorrido habitual de todos los años. A partir de ahí, lo separan de la media y empieza un sin sentido de giros, idas y venidas por la nada de Vitoria, en el que llegado al kilómetro 20 decido descolgarme de ese grupo para no ir con el gancho.
Paso la media maratón en 1h29m35, a 11 segundos del grupo que se me escapa poco a poco, pero que según caigan los kilómetros iré adelantando con cuenta gotas.
La animación es inexistente, los speakers puestos por la organización no pueden ser más tristes y aburridos y la música más desafortunada. Voy recogiendo cadáveres, de uno en uno, haciendo en solitario las interminables avenidas bajo un sol de justicia. El avituallamiento es escaso y torpe, agrupado en dos mesas por cada 5 kms, menos mal que vamos de uno en uno.
El colmo viene en el kilómetro 40, cuyos carteles paso en tiempo de 3 horas, y después de 300 metros vuelvo a pasar otros dos carteles del kilómetro 40 repetidos que ya me hacen ver que me iré un poquito por encima.
Al final, entrada en meta en 3h01m41sg donde se concentraban en 100 metros los únicos espectadores de la carrera.
Terminado el reto de 3 maratones en 42 días, en un tiempo digno (Treviso, Boston y Vitoria en 3h01m los tres), sin problemas musculares, recuperando de lujo.
Muy contento de sacarlo adelante, teniendo en cuenta que son muchas cosas en mes y medio (viajes, hoteles, familia, clima, posibles lesiones, un mal día…).
En el debe me queda lo que dejo para noviembre, preparar solo un maratón, y a conciencia, para ver de lo que a estas alturas todavía somos capaces.
Yo apostaría por el 2h55 en Donosti. ¿Y tú?