Running popular.
Y triatlón, montaña, natación, etc.

Sevilla: ciudad en la que un antepasado compatriota nuestro, Elkano, culminó una gesta sin parangón en la historia de la navegación.

Hasta allí se han acercado otros compatriotas del club para realizar otra gesta, muchísimo más humilde y modesta, pero gesta al fin y al cabo: la de Filípides, o lo que es lo mismo el maratón.

Cinco Donostiarrak han sido los que acudieron en este caso a la cita con la ciudad hispalense. Suponemos que se les puede tildar de aguerridos, vosotros diréis; se trata de Idoia Esnaola, Mariano Carvajal, Miguel Angel Goya, Iñaki Lasa y José Angel Bernal.

Éste último nos relata su experiencia personal.

Allí nos reunimos los del club, con excelente ambiente, como es habitual entre compañeros del Donostiarrak. A los que llegábamos el sábado, Iñaki nos había recogido las bolsas del corredor con el dorsal incluido, con lo cual, todo a punto.

El Domingo, día del maratón, amenazaba soleado y caluroso. Con buen criterio la organización había puesto como hora de salida las 8:30, lo cual es de agradecer, porque a esa hora todavía hacía incluso fresquete.

En mi caso iba muy corto de preparación, pero tenía ganas desde hace años de participar en la maratón de Sevilla, así que más por cabezonada que otra cosa allí estaba, en la línea de salida, nervioso y sin saber muy bien qué ritmo seguir.

Por tanto me planteé hacer algo raro en mí: desentenderme totalmente del ritmo y con unas pulsaciones que me parecieron adecuadas empecé la carrera.

El circuito llano, la ciudad preciosa, el ambiente estupendo. Iban pasando los kilómetros e íbamos visitando, si puede decirse así, los lugares emblemáticos de la ciudad, como el Parque de María Luísa, la Plaza de España, la Torre del Oro, La Giralda, la Maestranza… eso sí, el día era muy despejado y el sol iba elevándose en el cielo con lo que estaba claro que el calor iba a llegar.

Pasada la media maratón ya había que ir corriendo por la sombra. Menos mal que había abundantes avituallamientos, en los cuales bebí agua sin saltarme ni uno solo.

Superados los tres cuartos de carrera, el cansancio y el calor empezaban a pasar factura: en cada giro miraba a ver si allí estaba Paco, (sí, el de la rebaja), pero afortunadamente en esta ocasión no se presentó. Seguía manteniendo las fuerzas, aunque algo mermadas, claro está.

En los últimos kilómetros, gran ambiente y mucha animación del público. Por cierto, entre el respetable se encontraba animando efusivamente nuestra compañera del Donostiarrak, Iciar Múgica, a la que agradecemos, ¡cómo no! sus ánimos.

En recta final me permití incluso aligerar el ritmo un poquito, por si las fotos.

Pasada la meta había un área amplia para poder descansar un poco y recuperarse”.

A grandes rasgos esta es la crónica: un maratón bien organizado, con recorrido llano por una ciudad monumental preciosa y un público de primera. Recomendable sin duda, entre otros motivos porque obliga a contenerse un poco con los excesos navideños.

Seguro que en futuras ediciones habrá otra vez Donostiarrak que teñirán de azul y blanco el recorrido y a los que Sevilla recibirá de nuevo, como dice la canción, con su “color especial y su duende”.