Iñaki Gerika también nos cuenta su "maratón" particular/especial del año...
Por suerte o por desgracia para mí, este año me he quedado sin maratón. Por suerte porque el maratón es como ir al supermercado y elegir un melón o un jamón, todos vamos de expertos de la materia pero luego realmente no sabemos lo que nos va a deparar la suerte ese día y si toca sufrir las vamos a pasar canutas y por suerte eso yo me lo ahorré... y por desgracia, porque ya es mala suerte comerse el plan entero de entrenamiento durante 4 meses sin faltar ni un día a clase como para que salte por los aires 72 horas antes del día D por una maldita gripe después de 4 o 5 años sin coger una, pero bueno, qué se le va a hacer, creo que con 2 o 3 días de fustigamiento y de preguntarse uno dónde se enfrió ya vienen al pensamiento los nuevos retos para 2022 y donde quitarse la espinita de este año.
Después de mi entrante, me centro en el menú principal y como diría aquel mítico escritor, yo he venido a hablar de mi libro, que en este caso es la que creo que es mi carrera del año y no por aquello de que haya sido la mejor, qué va, para nada, sino porque creo que es la que más me ha llenado de orgullo. Muchos o alguno ya conocéis la historia, porque además algo salió en la prensa y no es que yo sea aquí el más famoso, ni mucho menos, pero no voy a andar con rodeos. Vamos al lío.
Fue allá por principios del mes de octubre, en la media maratón de Donostia. Era una de las primeras carreras tras el desierto que había dejado la pandemia, un mes antes no entraba en mis planes pero gracias a la gratitud de José De la Cruz, que me cedió su dorsal, ya que él iba una semana antes al maratón de Berlín, yo me planté aquel día en la salida. El día que salió fue de los de quedarse en casa tirado en el sofá debajo de la manta, porque madre mía la que caía media hora antes de salir, agua, viento y frío. Mi táctica la tenía clara, salir a tope y en la segunda vuelta a correr más rápido todavía, jajajaja, no me negaréis que esto cuando estamos tirados en la cama no lo hacemos todos y en la cabeza siempre tiene final feliz y lo hacemos con mucha facilidad y casi sin esfuerzo, pero luego viene la realidad y zasca que te pego. El caso es que rápido sí salí, y a la altura del km 2, una vez pasado el túnel de Ondarreta, bajando hacia la Avenida Zumalacárregui, vi a unos metros por delante a una atleta africana, la cual había salido excesivamente rápida y ya se había quedado sola con aquel nefasto día. Sin una intención clara de ayudarla, me ofrecí a protegerla del viento durante un rato de la carrera y ella en un inglés escueto aceptó mi invitación. A medida que pasaban los kms y mi ritmo era constante creo que ella vio en mi su salvación a una carrera que posiblemente hubiese sido suicida, y quizás mejorable con otra compañía o en su soledad, pero ella decidió ir conmigo, y yo con ella también. Durante el paso de los kms se nos unieron un par de corredores más, pero sus compañías eran fugaces y cuando yo le animaba a que se fuese con ellos hacia adelante porque tenían un ritmo mejor que el mío, ella se negaba y me decía "with you". A la altura del km. 16 ya era consciente que mi carrera era la suya y aunque las fuerzas empezaban a flaquear reconozco que lo di todo para que ella lograse su objetivo, que en tiempo reconozco que no tenía ni idea cuál era, pero era como si sintiese que si yo lo daba todo ella me lo agradecería más si cabe. Y así fue, llegado el km 20 a la altura de la curva de Sagüés salió disparada hacia la meta rozando bajar de la hora y 12 minutos. Quizás como he dicho antes no fuese su mejor marca, ni su mejor media maratón, ni su mejor día para correr, pero cuando 20 segundos después llegué yo a la meta, en su abrazo y en sus palabras sentí su agradecimiento y por eso os cuento mi historia, porque es de las historias más bonitas que me han sucedido en mi vida de atleta. Es algo que no lo da una victoria, ni un podio, ni una marca personal, creo que es algo más grande que eso, es sentir que has ayudado a alguien y que esa persona te lo agradezca y tengas ese recuerdo para toda tu vida, aunque no vayas a ver nunca más a esa persona en tu vida y no sepas ni cómo se llama.
Os adjunto algunas fotos de la carrera y no quiero terminar sin acordarme de la inestimable ayuda de José Luis Unzurrunzaga, que nos acompañó toda la carrera en su bici y en algunos momentos nos hizo de aguador y nos fue animando en todo momento.