Juanjo Bueno nos envía una detallada crónica de lo acontecido en uno de los eventos gastronómicos del Donostiarrak.
A "sugerencia" del lehendakari Koteli, os envío esta crónica de la sidrería de ayer.
Cumpliendo con una de las "santas tradiciones" de este Club, el jueves, 30 de marzo, nos citamos para rendir la visita anual a la sidrería, que en esta ocasión ha vuelto a ser la habitual Aialde Berri, del barrio de Santu-Enea de Usurbil.
La avanzadilla de cuatro korrikalaris salimos a las 18:20 de la Bretxa, con bastante calor y escoltados por dos jovencísimos txirrindularis: Asier Gurrea y su amigo Egoitz.
Después de pasar por la Kontxa y la Avda. de Tolosa, tomamos el viejo camino de Igara hasta la famosa Txapa. Allí, junto a la charca de la ranita de Igeldo, nos hicimos la primera foto y nos despedimos de nuestros amiguitos —buena cantera para el Donostiarrak—. En ese punto comienza la parte más dura del recorrido, la subida de un kilómetro que finaliza después de pasar bajo la autopista. Nuevo reagrupamiento en el cruce de Arratzain, y a partir de ahí, placentero descenso hacia Usurbil entre caseríos y prados —las vistas sobre el valle de Oria son estupendas—. Atravesando Kalezar y tras completar los 11,3 km, llegamos al polideportivo del pueblo en poco más de una hora, y con buena luz natural.
Sería interesante recuperar este recorrido —como se ve es muy asequible—, y que antes era frecuentado en entrenamientos largos.
Tras recoger las mochilas, que se había ocupado en llevar por la mañana Xabi Gurrea, y la ducha reparadora, paseíto hasta la sidrería, para recibir al resto de la expedición.
Amenizamos la espera con varios "tientos" a las kupelas, antes de que llegase el taxi de Oarsoaldea y el microbús donostiarra.
Una vez que nos juntamos las 19 pirañas, como se puede ver en las imágenes, dejamos bien alto el pabellón no perdonando ninguna de las estaciones de penitencia de las sagardotegis —con cafecito incluido—. Nos atendieron estupendamente, como siempre. Además, en Aialde cometen la imprudencia de dejar las botellas de patxaran y whisky para que el personal se sirva los txupitos. Espero que las botellas vacías se quedasen allí, porque líquido no sobró nada.
Fue curioso constatar que los más rápidos en los entrenos no son los primeros en reaccionar al grito de "txotx" y presentarse a pie de kupela. También resultó sorprendente que no se escuchara ninguna queja por tendinitis ni "pedrada" con tanto viaje a repostar.
La vuelta en el bus estuvo animadísima con la actuación estelar de Juancar. Llegamos a Donosti hacia las 12:20, la noche estaba preciosa, con una temperatura exterior de 21 grados —la interior claramente superior—. El amable chófer hernaniarra nos fue dejando en las paradas solicitadas.
A ver si para el año que viene se anima más el personal, especialmente el femenino.