Running popular.
Y triatlón, montaña, natación, etc.

Nuestro compañero y socio, Mikel Uralde, nos envía para compartir con todos la crónica de su experiencia en la maratón de Nueva York.

Enhorabuena a todos.

 

"La maratón de New York, una maratón para disfrutar, no para correr

 

Todo comenzó el 5 de noviembre, sábado, con el habitual recibimiento que acostumbran realizar la Euskal Etxea a los korrikalaris vascos. La cita era a las 10,00 de la mañana y como es habitual, antes del recibimiento, hubo que salir a correr media hora para quitar los nervios previos a la carrera y preparar el cuerpo para lo que nos vendría al día siguiente.

 

Éramos 8 los componentes del club Donostiarrak. Por una parte Iker, Borja y Zigor, por otra, Alicia, José, Javi y Mikel y finalmente Mari Mar. Perfecta excusa la del recibimiento para volver a encontrarnos lejos de Donostia con otros integrantes del club. En total, entre korrikalaris y familiares/amigos estaríamos cerca de 40 personas. Con unas palabras por parte del responsable de la Euskal Etxea en Nueva York (que como dijo uno de los 8, “tenía una cara del PNV de la leche”) Unai Tellería, dio inicio al recibimiento, con una opción muy variada para salir bien desayunado de allí. Y digo que todo comenzó el sábado en la Euskal Etxea, porque allá se veía muy a las claras quién comía y quién no, es decir, quién tenía un reto/objetivo al día siguiente y quién no. Detallar que sobró más de la mitad de la comida que se nos ofreció… por comentarlo, ahí lo dejo…

Tras conversar con unos y otros, “echarnos unas risas” e intercambiar las primeras vivencias en la ciudad, bajamos a la calle, aprovechando el día soleado, a sacarnos la foto de rigor (al estilo Marathinez, pero sin la bandera española, esta vez con la ikurriña… y también la nueva banderola del club Donostiarrak).

Ese mismo día comimos todos juntos (a excepción de Mari Mar, que tenía mejores planes que reunirse con 7 locos) en Chinatown. Muchas risas y buen ambiente, como no cabía esperar de otra manera.

Y como quien dice tras una tarde tranquilita, “alea jacta est”. A la cama pronto, porque tocaba madrugar y mucho. Unos cogerían el autobús de las 5,00 de la mañana, otros el barco una hora más tarde… todos con el objetivo de acercarse junto a otros más de 50.000 korrikalaris a Staten Island, donde a las 9,00 de la mañana comenzarían a desfilar todos y cada uno de los korrikalaris divididos en no sé cuántos cajones de salida con el objetivo de recorrer algo más de 42 kms.

Esta vez, en el grupo de Alicia, José, Javi y Mikel no hubo sorpresas (me refiero a que no se durmió nadie, como ocurrió en Atenas). Coincidía que esa noche se daba el cambio horario y eso siempre te creaba cierta incertidumbre (En un país extranjero... ¿se me actualizará el reloj de forma automática?). La respuesta es sí, aunque hubo quien al despertarle dijo “nooo, todavía queda una hora”.

A las 5,00 en punto estábamos en Midtown. No eres consciente de la marea de gente que se mueve en una maratón de estas características hasta que llegas a esta zona. Espectacular la organización, el vaivén de gente y de autobuses es increíble. No se puede hacer mejor, de 10, la verdad.

Una hora y pico más tarde llegábamos a Staten Island, Nuevamente la misma sensación, el despliegue policial, la armada americana, el vaivén de gente, autobuses, helicóptero… como para andar con chorradas. Una vez localizado el cajón de salida, paciencia y mucha, porque no salíamos hasta 3 horas más tarde. Nos sentamos en un descampado de allí, estuvimos de charleta, riéndonos un montón… y es que en realidad el tiempo acompañaba a ello, desde primera hora del día nada de frío y una gozada para esas horas muertas de espera… pero amenaza y de las gordas de cara a la carrera, porque la previsión meteorológica no era nada favorable para correr una maratón…

A las 9,00 en punto comenzaron a salir los profesionales y así sucesivamente hasta que llegó nuestra hora de salida, las 9,45 horas. El momento de la salida fue espectacular, el maratón comienza en Staten Island, en el lado Fort Wadsworth del puente de Verrazano-Narrows, con un kilómetro y medio de subida muy pronunciada, hasta aterrizar en el Bay Ridge, Brooklyn, con aproximadamente tres kilómetros recorridos a tus espaldas. Qué mejor manera para comenzar una maratón con casi 22 grados y más de un 80% de humedad, que con una subida de kilómetro y medio… Parece una locura, pero la experiencia es única.

Al principio nos costó coger nuestro sitio dentro de la carrera. Observas que hay mucha gente que comienza la maratón andando en la cuesta arriba, y que tienes que ir sorteándolos, lo que dificulta el avance y sobre todo el que podamos correr los 4 juntos… pero según van transcurriendo los kilómetros lo vamos consiguiendo. Todos notamos que comenzamos a sudar antes de lo habitual, que casi desde el inicio vamos empapados de sudor, aunque las sensaciones son buenas.

A sabiendas que recorreremos los cincos distritos de Nueva York (comenzando en Staten Island y luego pasar por Brooklyn, Queens, Manhattan y Bronx para llegar a Central Park), desde muy al inicio comenzamos a disfrutar de una maratón diferente, con un público volcado a la hora de animar, grupos musicales aquí y allí, aplausos, chillidos, gente ofreciéndote la palma para chocar… La verdad es que para esto los americanos son únicos y vivirlo desde dentro merece mucho la pena. Los pelos se quedan como escarpias con la emoción y la euforia que supone ir dentro de esa marea de korrikalaris… ¡¡¡bufff!!! ¡¡¡indescriptible!!!

Seguimos corriendo y disfrutando, ahora hacia el norte en Brooklyn por la Cuarta Avenida, a través de Sunset Park (kilómetro 8) y Park Slope (kilómetro 11), antes de llegar a la intersección de la Avenida Lafayette y la Avenida Flatbush (kilómtero 12-13). La ruta nos lleva a través de Williamsburg y Greenpoint, hasta el Puente de Queensboro en el kilómetro 24. El segundo obstáculo importante (dentro de un recorrido rompepiernas que no deja de subir y bajar). José iba contenido (se le subían los caracoles a las zapatillas, descubrió por primera vez que a 5,10 también se puede correr), a Alicia hubo que ir parándola, se nos escapaba por la emoción, iba como una niña con zapatos nuevos, parecía un colibrí, no corría, volaba; Javi tras tener un inicio titubeante, parecía comenzar a darle la vuelta y se le ve disfrutar del momento; y Mikel, comienza a mirar a derecha y a izquierda, con miedo de volver a ver a su amigo del mazo, que le visita allá donde va, en todas las maratones. El ritmo del cuarteto es constante, un poco por encima de 5,00 el km, pero era día de no hacer caso al reloj, y de vivir y disfrutar la experiencia.

Aprovechando que un colega berlinés, que estuvo toda la estancia con nosotros, nos esperaba en el kilómetro 24, nos lanza una ikurriña y aprovechamos la ocasión para sacarnos una foto que la guardaremos en la retina para toda la vida, y que la gente que estaba animando al ver que parábamos a hacernos la foto, se animó y nos gritaban como si fueramos … de los “primeros”, ja, ja.

En el km 26 comienza a suceder lo que luego sería algo habitual hasta final de meta, y es que se nos cae una chica delante de nuestras narices, totalmente mareada. La temperatura es ya de 25 grados y con esa humedad superior al 80%… Nos paramos unos instantes para asistirla, y era imposible, quería levantarse y seguir,  hasta que se acerca la policía para ayudarnos y nosotros emprendemos la marcha.

Como arte de magia, al poco Mikel comienza a sufrir y no poco. Pasamos de ir a 5,00 el kilómetro a casi 6,00 minutos el kilómetro… José y Alicia tiran adelante y Javi se queda a su vera intentado animarlo.

Después de atravesar el Puente de Queensboro, la ruta llevará a los corredores a lo largo del lado este de la Primera Avenida, pasando luego por el Bronx, en el kilómetro 33-34. Posteriormente bajarán de vuelta por la Quinta Avenida para emprender la última subida de unos 3 kilómetros a Central Park West Drive, donde se encuentra la línea de meta.

¡Qué manera más diferente de terminar lo que podía haber sido una fiesta! José y Alicia más allá de retomar la velocidad de la primera mitad de la maratón, e impulsados por las buenas sensaciones, consiguen ponerse a un ritmo bastante más rápido, para terminar la maratón con una sensación excelente, disfrutando tanto o más que la primera mitad de la misma, cogiendo  Jose en el kilómetro 40 la bandera del Donostiarrak ( que se la echa el amigo berlinés ) para entrar ambos en meta con la bandera en alto, emoción, abrazos y alguna lágrima…….

 Mikel en cambio, sigue con sus penurias y pasa a un ritmo de 6,30 el kilómetro, arrastrando a Javi a seguir a su lado. Por muchos ánimos que le da a su compañero, cuando uno se ha vaciado… Finalmente consiguen cruzar la línea de meta y se funden en un abrazo, momento que nunca olvidarán. Lo importante, que una vez desplazados hasta tan lejos todos han terminado la maratón.

Como se suele decir “una más al bote”. Bonito reencuentro de los cuatro korrikalaris en la mitad de Central Park, unos con mejor cara que otros, pero todos satisfechos. La animación y el ambiente que se vive, el recorrido del Maratón Nueva York 2022, es uno de los grandes reclamos del korrikalari para cruzar el charco y vivir la inigualable experiencia de correr en la Gran Manzana, no tiene precio. Siempre habíamos escuchado que “Nueva York no es una maratón para correr, sino para disfrutar” y cuánta verdad hay en esta frase…

Tras llegar al hotel, una ducha que se agradece, contestar mensajes de ánimo de todos los conocidos, llamar a los de casa y descansar un poquito, qué mejor que celebrarlo con una rica cena con el protagonismo de la carne de búfalo. Y es que, si viajas con Javi Elías (“alias morrofino”), correr no sé si correrás, pero el comer y el beber bien… lo tienes asegurado.