Mari Mar Escrig consiguió hacer realidad su sueño con la finalización del maratón de San Sebastián... ha querido compartir sus vivencias con todos vosotros...
Creo que desde que empecé a correr he soñado con cruzar la meta de una maratón. Cualquier corredor quiere vivir esa experiencia alguna vez en la vida y en mi caso, el reto era enorme, por lo que decidí unirme al Donostiarrak. Sin apenas conocerme, me animaron a luchar por mi sueño y después de mi primer entrenamiento con ellos ya estaba sacando el dorsal para la maratón de Donostia.
Antes de empezar el plan de entrenamiento, busqué en internet “milagros” para conseguir mi reto y encontré un artículo del Donostiarrak que se llamaba “El entrenamiento secreto”, que daba con la clave de los cuatro ingredientes para el éxito: trabajo duro, entrega, ilusión y creer en ti mismo. Pensé que eran los mismos que para conseguir casi cualquier cosa en la vida y me tranquilizó pensar que mis limitadas capacidades deportivas no serían un obstáculo para conseguir mi sueño. La otra clave era disfrutar del camino, pues lo último que quería era imponerme más obligaciones y compromisos. Y vaya si lo conseguí. Mis compañeros del “poliki” han sido lo mejor de esta aventura: no solo se preocuparon de que no me descolgase del grupo en plena pandemia, sino que me han cuidado y me han acompañado siempre. En carrera, incluso en los primeros momentos en los que iba sufriendo lo indecible para seguirles y fuera de ella, generando una complicidad que va más allá de los entrenamientos.
Después de unos meses de entrenamientos con sus luces y sus sombras (septiembre y octubre se complicaron más de lo esperado), llegó noviembre. A un mes de la maratón, siento que corro más lenta que nunca y me duelen partes de mi cuerpo que ni conocía, pero, como sabré después, solo son miedos y fantasmas. Además, la climatología se complica y parece que estemos en pleno invierno, así que pido asesoramiento a los expertos y la última semana pruebo varias opciones hasta que doy con la ropa adecuada para ir cómoda bajo el diluvio (si eres de los que te sobra todo a partir del tercer kilómetro, no es buena idea ponerte un chubasquero, por muy donostiarra que haya salido el día…). Falta una semana para la maratón y estoy contenta por haber llegado hasta aquí, aunque como nos recuerda un compañero del grupo, los deberes no están hechos aún, nos queda la última semana. A saber: en 48-72h se pierde cierto porcentaje de forma física, así que, nada de relajarse.
Llega por fin el día D. He dormido bien y estoy feliz. No se me va a quitar la sonrisa en las siguientes 4 horas (¡en realidad, serán días!).
La salida es un hervidero de emociones. Mis sueños se funden con los de los demás y siento que nos une algo único. El día es frío, lluvioso, y es necesario ir protegidos, pero yo tengo la suerte de salir con un grupo con muchísima experiencia, que harán que todo parezca fácil. No sé cómo va a reaccionar mi cuerpo con tantos kilómetros porque todo es nuevo por lo que tengo que tirar de prudencia. La primera maratón es como una primera cita, te preparas a conciencia y aprovechas para conocerte, pero es mejor ser prudente porque precipitarte no lleva a nada bueno. Afortunadamente, Jose Antonio y Fernando están dispuestos a acompañarme, aunque ellos puedan correr a un ritmo mucho más rápido. Serán fundamentales para que todo termine bien.
Los primeros kilómetros pasan muy, muy rápido. Azota el vendaval por la Concha en la primera vuelta, pero no nos desgasta. Estamos fuertes y mentalizados (todo es cuestión de expectativas). Corro callada (el médico de la prueba de esfuerzo me dejó claro que mejor economizar energías y no abrir el pico) pero con la suerte de ir con 2 contadores de historias que hacen que el tiempo pase volando. En el Antiguo alcanzamos al grupo de la liebre de cuatro horas que había salido por delante de nosotros y todos disfrutan de sus anécdotas.
La carrera es diferente de como la había imaginado. Somos muy pocos, algunos agrupados alrededor de las liebres, otros que corren solos: no hay término medio. Hace un día de perros y apenas hay, en algunos tramos del recorrido, unos pocos aficionados que nos animan. Quedarse solo no es una buena opción. El recorrido impone dos vueltas y la cosa tiene su encanto, ya que nos cruzamos a cada momento con compañeros del Club que van por delante y nos animamos entre nosotros. Y el hecho de jugar en casa no tiene precio: cada vez que vemos a familiares, amigos o compañeros del club animando, el subidón es enorme y el apoyo moral nos da para hacer uno o dos kilómetros sin enterarnos.
Cuando llegamos a la zona del infierno en la segunda vuelta, el viento y la lluvia han parado y el silencio es lo único que se escucha. Aunque estamos en el kilómetro 35, la sensación de paz es increíble y ya empiezo la cuenta atrás, por lo que me parece un momento mágico. Antes de empezar, mi único objetivo era terminar la maratón con buenas sensaciones y ganas de repetir, pero hace un rato que hemos dejado atrás a las liebres de cuatro horas y vamos adelantando a bastantes corredores por lo que pienso en poder terminar en menos de cuatro horas.
Aunque Fernando ya me había prevenido, cuando llega la curva de San Martin, ¡es la locura!. El subidón es increíble, por los ánimos de la gente y porque ya visualizas la meta, está al alcance de tu mano. Y desde ahí hasta el estadio, voy como en una nube, ni siquiera noto la pequeña cuesta de Errondo. En el estadio hay un ambiente increíble y mi sobrino Eneko se une a nosotros hasta el mini estadio y me da el empujón final para entrar en la meta con los brazos en alto. ¡¡¡Estoy feliz!!! Les doy un abrazo a Jose Antonio y Fernando y les agradezco su ayuda pues sin ellos no habría podido conseguirlo. La maratón pone a prueba muchas capacidades como la disciplina, la constancia, la fortaleza mental para no rendirte en los momentos complicados (siempre los hay) ... Pero, sobre todo, el compañerismo.
Las sensaciones antes, durante y después de la carrera han sido irrepetibles y me alegro de haberla disfrutado. Habrá más maratones, pero ninguna como la primera. Sueño cumplido. Y ahora…, ¡¡a mejorarlo!!